
Y esa lógica tiene un nombre: «antisemitismo». En Drumont, como en Heydrich, como en Rosenberg o Hitler, como en Sánchez: el judío es culpable.
21/05/2025 Actualizada 01:30
Todo le es munición al buen antisemita. Al lírico habitante en la Moncloa, como al algo más prosaico neonazi en Hamburgo. Y es muy lógico —a qué engañarnos— que así sea. Para el desvalido animal humano, que se sabe precario juguete de fuerzas que lo arrastran como mota de polvo en el torbellino, disponer de una figura diabólica sobre la cual cargar la culpa de cada sinsabor, de cada incertidumbre, es un maná celeste. Un maná que, además de reconciliar con la propia desdicha —que ya no será culpa propia, sino de los perversos que haciéndole mal se divierten—, permite fusionar en solidario bloque a los muchos por igual idiotizados. Logrará configurar armoniosamente una horda aquel que exhiba ante ella la evidencia de que cierta entidad diabólica, el judío, la está amenazando. Y se ofrezca para acabar con tan inicuos designios.
Todo le es munición. Al buen antisemita. Lo trivial como lo grandioso. Lo ridículo como lo altisonante. Porque, en una sociedad así, grandioso, trivial, ridículo, altisonante… son nombres de lo mismo. Sinónimos de servidumbre.
Lo trivial, lo ridículo… Pedro Sánchez festivalero: «Nadie se llevó las manos a la cabeza cuando se inició la invasión de Rusia a Ucrania y se le exigió la salida de nada más y nada menos que de competiciones internacionales, y también no participar en Eurovisión. Por tanto, tampoco debería hacerlo Israel».
Lo grandioso, lo altisonante… Pedro Sánchez ante la tan democrática asamblea, en Bagdad, de la escrupulosamente humanitaria Liga Árabe: dado que, «Israel es un Estado genocida…, España llevará una propuesta a la Asamblea de Naciones Unidas para que la Corte Internacional de Justicia se pronuncie sobre el cumplimiento por parte de Israel de sus obligaciones internacionales en relación con el acceso de la ayuda humanitaria a Gaza».
Todo le es munición al buen antisemita. Hasta el cúmulo más necio de bazofia sonora anualmente infligido al sufrido televidente. Eurovisión, por ejemplo, esa apoteosis del mal gusto para deleite de vicepresidentas a la caza de «mujeres poderosas» y para éxtasis de moradores en el palacio de la Moncloa. Adolf Hitler, al menos, se tomaba el escrúpulo de montarse sus alivios estético-sentimentales en Bayreuth con trompeteo de Richard Wagner, compositor que a mí me es inaudible, pero cuya grandeza no soy lo bastante necio para ignorar. Los de Moncloa —y su dicharachera colegui, la vice-Montero— son más de una tal Melody. Enhorabuena. En este caso, sí debo ser lo bastante necio para no conocer de esa señora más que sus fotos en bañador de lentejuelas: poca cosa.
Todo le es munición al buen antisemita. Hasta abrazarse a la asamblea de la Liga Árabe. Esto es, al cónclave de los déspotas de derecho divino más atroces del planeta Tierra. Y postrarse a sus pies con el sentido lamento de que el único Estado democrático del Cercano Oriente —que, guste o no, es Israel— deba ser proclamado «Estado genocida», al cual es preciso llevar ante los tribunales para que la democracia de los emires petroleros pueda asombrar con su benevolencia al mundo.
«Rusia fue expulsada» del apoteósico evento cultural multitudinario «por atacar a Ucrania», proclamaba el Sánchez eurovisivo. Argumento irrebatible: hágase con Israel lo mismo.
Las palabras, en boca de un habitante de la Moncloa, sirven específicamente para eso: para decir lo contrario de lo sucedido. Rusia atacó militarmente a Ucrania; Ucrania respondió militarmente al ataque y sigue respondiendo; con eficiencia; hubo y hay miles de muertos. Se sancionó al atacante; no al que le hizo frente. Rusia fue expulsada, no Ucrania. Parece de lógica.
Hamás atacó a Israel. Produjo mil doscientos asesinatos de población desarmada. Secuestró a más de doscientos civiles israelíes. Israel respondió al ataque. Con eficiencia. Y sigue respondiendo, por la sencilla razón de que sus ciudadanos secuestrados siguen en poder de quienes gobiernan aún la franja de Gaza. Hubo y hay miles de muertos. Sánchez suplica que se sancione al atacado, Israel; y se premie al Hamás que desencadenó la guerra. ¿Es de lógica?
Sí, es de lógica. Y esa lógica tiene un nombre: «antisemitismo». En Drumont, como en Heydrich, como en Rosenberg o Hitler, como en Sánchez: el judío es culpable.
Fuente: https://www.eldebate.com/opinion/20250521/antisemita-moncloa_298882.html
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