Israel, país joven con herencia milenaria

Vista general de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Foto: EFE.

Hoy, revisionistas históricos buscan imponer la falsa narrativa que alguna vez existió un país, reino o Estado llamado “Palestina”. No hay resto arqueológico que dé fe de ello, nadie puede decir qué idioma se habló en él, ya que no existen registros en la historia, ni cuál fue su capital, moneda, gobernante, frontera …

La revuelta judía del año 135 DC. contra Roma derivó en una derrota apabullanteante las seis legiones enviadas por el emperador Adriano. Medio millón de judíos murieron, un millón fueexiliado o vendido como esclavo mientras que, el medio millón restante, permaneció en su patria bajo severas condiciones impuestas por el invasor.

Los romanos cambiaron el nombre de Judea o Tierra de Israel, presentes en la Biblia, imponiendo el de “Palestina” en recuerdo a los filisteos, pueblo cretense que vivió en las costas de Gaza, Askelon y Asdod, conocido por sus guerras con los israelitas y que terminaron asimilándose a los egipcios, asirios, babilónicos y helenos, perdiéndose tras ello su rastro en la historia.

El cambio de nombre incluyó a Jerusalén, en hebreo Yerushalaim, ciudad capital del rey David desde el 1004 AC., embellecida por su hijo Salomón y declarada nuevamente capital por los Macabeos en el año  165 AC. Bajo el nombre Aelia Capitolina pretendió Roma borrar todo vínculo entre el pueblo judío y su histórica ciudad.

Mas, los cambios de nombres y expulsión no terminaron con la relación entre el pueblo judío y su tierra ancestral. Cabe recordar que tres veces al día oramos orientando nuestros cuerpos y miradas hacia Jerusalén, ciudad a la que nos mantuvimos fieles por espacio del exilio que duraría 1878 años hasta el retorno a Sion y el establecimiento del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948.

El restablecimiento soberano judío en la Tierra de Israel trajo el reto de convivir con pueblos como el árabe y religiones como la cristiana y musulmana llegadas en el transcurso del exilio impuesto. Los cristianos presentes tras las enseñanzas de Jesús y el esplendor de Bizancio, mientras que los segundos llegaron de Arabia con las tropas de Omar en el año 638, es decir, 503 años después de la derrota judía ante Roma.

El Estado de Israel, consciente de la realidad, en su declaración de independencia estableció la tolerancia religiosa a todas las confesiones. Y cito: “asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas”.

Fiel a su herencia milenaria y amor indisoluble en el tiempo, el pueblo judío soberano en su tierra histórica, hizo nuevamente a Jerusalén su capital, emulando lo actuado en las dos veces previas que hubo soberanía judía en ella, a diferencia de sus demás ocupantes que nunca la hicieron su capital, incluso, degradándola ante otras ciudades a las que dieron preponderancia rezando hacia ellas como en el caso del islam que ora cinco veces al día en orientación a La Meca, aun dándole la espalda a la misma Ciudad de David.

Hoy, revisionistas históricos buscan imponer la falsa narrativa que alguna vez existió un país, reino o Estado llamado “Palestina”. No hay resto arqueológico que dé fe de ello, nadie puede decir qué idioma se habló en él, ya que no existen registros en la historia, ni cuál fue su capital, moneda, gobernante, frontera y demás elementos que sí dispone Israel para explicar su milenaria relación con una tierra presente 834 veces en la Biblia y nunca en el Corán, más allá de su mención como “la mezquita lejana” en la Sura 17 Aleya 1.

Sin embargo, el devenir histórico hizo que la población árabe, tanto originaria como la inmigrante, adquieran una identidad propia que los diferencia de sus hermanos sirios, egipcios, libaneses irakies. Son los “árabes palestinos”, un pueblo sufrido, que vive una Nakba, tragedia, causada por el rechazo de sus líderes a aceptar la existencia de Israel, líderes negativos que no pierden oportunidades para perder oportunidades de lograr la paz. Un pueblo que está vinculado con su tierra y que todos anhelamos tengan un líder maduro y responsable que los guíe por la senda de la paz, que los eduque para vivir junto a sus vecinos sin generar problemas como los causados en el pasado en Jordania y el Líbano, países en donde fueron asesinados de a miles por sus propios hermanos.

Fuente: https://www.panamaamerica.com.pa/opinion/israel-pais-joven-con-herencia-milenaria-1190804